La Fiesta de las Colectividades volvió a poner un pedazo de Europa en Bariloche
Tras la pausa de la pandemia, regresó un clásico de la cordillera.
Con un amplio despliegue de música, trajes típicos coloridos y los aromas irresistibles legados por los primeros inmigrantes, una docena de colectividades europeas compitieron ayer en atraer a los cientos de barilochenses y también algunos turistas que dieron el presente en una nueva edición de la Fiesta nacida hace ya 42 años para celebrar esas tradiciones.
Bariloche celebra sus orígenes europeos
La pandemia los obligó a esperar tres años para recuperar el encuentro anual, que esta vez tuvo dos escenarios para las danzas folklóricas y una disposición espacial distinta, con la idea e brindar mejor acogida a los espectadores y comensales.
La presidente de la Comisión Organizadora, Andrea González, recordó que antes disponían todos los puestos de cada país “en herradura” en torno al único escenario y este año optaron por distribuirlos en un formato irregular, que evoca las “aldeas” características del viejo continente.
La gente pudo sentarse a comer en los “livings”, con mesas, banquetas y sillones, ubicados entre las casitas de cada colectividad, adornadas con escudos, afiches, banderines y también con listas de precios y promociones de las cervezas que tenían a la venta.
Como antes
El predio de la Sociedad Rural Bariloche, sobre la ruta al aeropuerto, funcionó así como un enclave de la vieja Europa, que el sábado -en la primera jornada- recibió a unas 900 personas, que pagaron la entrada de 1.000 pesos, más 500 pesos de estacionamiento, y que no fueron tantos como esperaban algunos de los puesteros.
Ayer las puertas volvieron a abrirse al mediodía y todo indicaba que la afluencia sería mayor. El próximo fin de semana la Fiesta tendrá sus jornadas finales, también el sábado y domingo.
Muchos de los participantes llegaron con sus reposeras, sillas plegables y hasta mesitas de camping, dispuestos a pasar varias horas, probar exquisiteces de variado origen y también encontrarse con amigos. Las puertas se cierran alrededor de las 22.
González dijo que todas las repercusiones hasta ahora fueron “buenísimas” y muchos le transmitieron una “alegría enorme” por el reencuentro. Dijo que la sensación previa era que “el barilochense lo estaba esperando”, aunque también esta vez hubo presencia de algunos turistas -si bien son minoría-, que atribuyó al apoyo promocional que les brindó el Emprotur.
“Lo que tratamos de generar es un espacio agradable, con intereses repartidos, juegos para los chicos, que la gente entre temprano y que pueda disfrutar en familia”, señaló la referente de la colectividad española.
Músicos locales
A diferencia de ediciones anteriores, los músicos y grupos de baile son todos de Bariloche, que se presentan día a día, de acuerdo a un ajustado cronograma. Ayer, por ejemplo, luego de un espectáculo de tangos, subió al escenario elgrupo de danzas húngaras “Paprika”, lo siguió el grupo croata “Zrinski”, seguidos por los vascos, los suizos y luego el resto, hasta el cierre a cargo de la banda de rock Los Duarte.
González dijo que la idea fue “darles la oportunidad” de mostrar a los bailarines y músicos lo que preparan con esmero durante todo el año y no actuar como simples teloneros de algún grupo de afuera. Explicó que el “espíritu” de la Fiesta de las Colectividades es “hacer honor a las raíces” de los inmigrantes.
Agregó que el recuerdo y los saberes de “los abuelos, principalmente, y los padres” es muy importante para mantener vivo ese rescate. Aunque también dijo que los hijos y nietos se suman año a año a los grupos de cada colectividad.
Alemania, España, Italia, Suiza, Dinamarca y Eslovenia son algunas de las agrupaciones con mayor historia en Bariloche y las que representan a las colectividades más numerosas. Pero también participan activamente de la fiesta los inmigrantes de Países Vascos, Hungría, Rusia, Suiza, Austria y Portugal, que fue el último en sumarse. Este año algunos animadores de la colectividad checa buscaron también agruparse para entrar formalmente al grupo, pero finalmente no lo consiguieron, y tal vez lo hagan en 2023.
Mucho para comer y beber
Mostrar con orgullo lo mejor de la cocina típica de cada país es otro de las grandes motivaciones de los referentes de cada colectividad.
En el stand italiano, por ejemplo, la pizza es por lógica el plato más vendido, aunque también ofrecen una celebrada lasagna y este año incorporaron bagna cauda. Uno de los encargados del despacho, Alberto Falaschi, explicó que la pizza no es estrictamente un símbolo de toda Italia, sino originaria de Nápoles, donde se la prepara “con bordes más altos y gruesos”, que no van del todo con el gusto argentino. “Mi padre vino de Florencia y no sabía lo que era la pizza hasta que llegó acá” explicó, para dar cuenta de una particularidad que no todos conocen.
Los daneses volvieron a maravillar con los arenques, un pescado clásico de mar Báltico, imposible de encontrar en el circuito gastronómico local, y que se ocupan de encargar con tres meses de antelación. También ofrecieron langostinos con ensalada y salsa de mayonesa y alcaparras. Aunque el producto más solicitado fue el “pancho danés”, de salchicha ahumada, con cebolla frita crocante. Entre los dulces, ganó por lejos la torta de chocolate. Y la bebida característica, también muy pedida, es el Aquavit, un licor de papa bien alcohólico.
La colectividad croata despachó unos tras otro varios platos de nombre difícil pero de tentadora apariencia, como los anjetina na zaru (pinchos de cordero a la parrilla), la makovnjaka (arrollado de amapolas) o un sabroso strudel de zapallo y semillas.
En el puesto esloveno confiaron en el atractivo del “chorizo alpino”, elaborado con cerdo ahumado y servido en un especialísimo pan casero. De postre, lo más buscado (y rápidamente agotado) fue el “kremne rezine”, una tarta de hojaldre y quema pastelera que “no es fácil de hacer” -según una de las vendedoras- y demanda habilidades y secretos guardado con celo por las abuelas en aquel pequeño país.
Un extra, con cocineros de la escuela
Además de los músicos que llevaron algo de tango, rock y folklore criollo a la fiesta, la “pata local” en materia culinaria estuvo a cargo de la Escuela de Hotelería y Gastronomía, cuyos alumnos cocinaron a la vista algunas especialidades también de inspiración europea.
El puesto de la institución educativa fue otra de las novedades incorporadas este año, según explicó González. La idea fue que cocinen y muestren al mismo tiempo, para terminar con una degustación pública.
Mauro y Lucía, dos de los chicos que exhibieron sus destrezas con tablas, cuchillos y sartenes, explicaron que con anterioridad hicieron una recopilacion de recetas de países como Polonia, Dinamarca y Croacia, y luego las adaptaron para utilizar ingredientes locales, porque los originales no siempre están disponibles. Ese toque local es el que les permitió definir la propuesta como “cocina fusión”, según señalaron.
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