Por qué la chaqueta amarilla es una una avispa social con notables capacidades de aprendizaje y memoria

Dos investigadoras de Bariloche realizaron experimentos con esta avispa social durante años y sus conclusiones fueron publicadas por prestigiosas revistas científicas.

La investigadora adjunta del Conicet, Sabrina Moreyra, lleva años estudiando el comportamiento de la avispa Vespula germanica, conocida como chaqueta amarilla. Sus experimentos lograron demostrar que el insecto tiene una gran capacidad de aprendizaje y «un comportamiento absolutamente fascinante, tan curioso que sorprende».

Una de las conclusiones de esta doctora en Biología del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma), que depende de la Universidad Nacional del Comahue y del Conicet, es que las chaquetas tienen «habilidades cognitivas muy desarrolladas a la hora de recolectar recursos, sean carbohidratos o proteínas«.

«Con la investigadora Mariana Lozada, descubrimos que las avispas pueden asociar colores, patrones, olores con el lugar donde se encuentra el alimento y tienen una memoria espacial muy desarrollada«, explicó.

Las chaquetas realizan vuelos de reconocimiento para aprender dónde está la comida. «Cuando una avispa encuentra un recurso abundante, no puede llevarlo de una sola vez al nido sino que necesita realizar repetidos viajes entre el nido y la fuente. Para eso, para poder retornar a la fuente o al nido -que puede estar a una distancia de 250 o 300 metros-, necesitan aprender claves contextuales en torno a ese lugar puntual«, recalcó.

Las chaquetas, dijo, aprenden a reconocer olores (de comida, por ejemplo) y colores (de arbustos, plantas, estructuras y «hasta de nosotros mismos si estamos en la playa comiendo un sandwichito».

Foto: gentileza

Por lo general, las avispas generan cierto miedo o rechazo en mucha gente por sus picaduras y el riesgo que conllevan. Sin embargo, Moreyra insistió en que «no son agresivas». «Siempre que pican es por una acción defensiva, cuando se ven amenazadas. Por eso, las picaduras suelen ser accidentales: me senté cerca de una y casi la aplasto o quizás, uno puede disturbar un nido, sin darse cuenta, al caminar por un sendero. Entonces, ellas salen a la defensa», resaltó.

Otro dato que se analizó es que, en estos casos, salen en gran cantidad «porque liberan una feromona de alarma que avisa al resto de las compañeras que hay un problema y que hay que salir a resolverlo. Por eso, la gente dice que son agresivas».

La especialista indicó que todos los insectos sociales, como las hormigas, las abejas, los abejorros y las avispas, comparten «un comportamiento de comunicación social: generalmente se comunican por medio de feromonas y cuando hay una situación que disturba su tranquilidad, salen en defensa de la colonia».

Otro mito es que las avispas que se ven en las casas y jardines son carroñeras. «Creemos que comen carne porque las vemos cortar con sus mandíbulas pedacitos de carne. Pero, en realidad, solo consumen hidratos de carbono: miel, fruta, néctar, polen, etc. Con eso, cubren sus requerimientos energéticos», señaló Moreyra y aclaró que cortan la carne para llevarlas a las colonias y poder alimentar a las larvas que «son las únicas que pueden metabolizar ese recurso proteico».

Foto: gentileza

Experimentos con chaquetas

Moreyra y Mariana Lozada llevaron adelante varios experimentos en Bariloche, donde comprobaron lo que sospechaban. «Enseñamos a las avispas a asociar claves contextuales con un alimento proteico. Una sola visita es suficiente para que las avispas aprendan a regresar. Es algo fabuloso. Ellas aprenden esas señales de microlocalización asociadas con el lugar, además del trayecto hacia la colonia», contó.

Las investigadoras probaron desplazar el alimento, cambiar los colores o los patrones. «Cuando nosotras desplazamos el alimento del sitio original, las avispas vuelven al lugar original. Pero luego, aprenden a ir directamente al sitio nuevo. Si las claves contextuales cambian mucho después de esa primera experiencia, las avispas encuentran mucho más rápido una nueva posición del recurso», expresó.

En este sentido, Moreyra consideró que «las avispas se parecen a nosotros, en cierto punto. Si uno guarda la azucarera siempre en el mismo sitio y de golpe, cambia el lugar, uno tiene la inercia de ir al viejo sitio. Con las avispas pasa lo mismo». Tanto ellas como nosotros, enfrentamos el desafío de superar hábitos y sesgos que nos dificultan enfrentar nuevas situaciones y cambios de la vida, dado que tendemos a aferrarnos a experiencias pasadas.

Foto: gentileza

De este modo, la investigadora destacó que estos insectos sociales tienen una gran «plasticidad comportamental» (aquellos animales que pueden aprender cosas nuevas para adecuarse a un nuevo entorno o situaciones).

Las investigaciones fueron publicadas en prestigiosas revistas científicas como Insect Science, Ethology, Austral Entomology, Behavioural Processes y Difundiendo Saberes, se llevaron a cabo en «ambientes antropizados». «Nos gusta trabajar en el campo, sin disturbar su comportamiento, ni su cotidianeidad para poder interpretar mejor qué es lo que ocurre en la naturaleza«, dijo.

Moreyra se define como «amante de los animales»: «Me gusta ver lo lindo que tienen para contarnos. Por eso, no trabajamos en herramientas de control o para eliminarlas. Contamos el otro lado: lo fascinante de su comportamiento y cómo se acostumbran a convivir con nosotros«.


La investigadora adjunta del Conicet, Sabrina Moreyra, lleva años estudiando el comportamiento de la avispa Vespula germanica, conocida como chaqueta amarilla. Sus experimentos lograron demostrar que el insecto tiene una gran capacidad de aprendizaje y "un comportamiento absolutamente fascinante, tan curioso que sorprende".

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