Salió a comprar ropa y quedó espantada, buscó telas, consiguió una máquina de coser y creó su propia marca

Dinka Bezic dejó las aulas para dedicarse exclusivamente al diseño de indumentaria. A través de sus prendas imprime su mensaje en contra de la tiranía de los cuerpos. Es feriante en China Muerta y participa del Encuentro de Artesanos.

Un pantalón fue el disparador. Ella salió un día a comprar un palazo a las tiendas de su ciudad. De todas salió espantada por el precio que debía pagar por algo que no tenía ni un mínimo detalle que lo valga. Compró unos metros de tela, pidió prestada una máquina de coser, sin saber usarla, y confeccionó esa prenda que quería y tenía en su mente.

En ese acto de absoluto atrevimiento surgió “Titita Merelito”, un emprendimiento artesano que muestra sus diseños en la feria de China Muerta desde 2015. Pero no es solo eso. Dinka Bezic, de familia croata, milita contra la tiranía de los talles y los estereotipos de género.

 Esta mujer, que durante 15 años fue docente de escuelas primarias y que se define como “team abrochadora”, porque cuando sus hijos le pedían arreglar un ruedo los ganchitos de metal eran su arma de “mamá resuelve”, un día cualquiera de su vida descubrió que “la cosa iba por otro lado”.

“Con la idea de hacerme mi pantalón, puse la tela sobre la mesa y con el sentido común más grande, corté, me senté en la máquina, enhebré como pude y arranqué. A partir de ese momento no paré nunca más”, contó Dinka.

Una amiga la vió vestida y le pidió un pantalón como ese. La insipiente diseñadora de indumentaria le dijo: “Ni en pedo, una cosa es hacer uno para mí, pero me insistió y fui a comprar la tela y le cosí el primer pantalón para ella y allí empezó. Me pidieron varios y un día me encontré haciendo un showroom en la casa de Luli, mi amiga. Fue un viaje de ida. Me fui atreviendo a más cosas y hasta lograr dedicarme solo a esto”, contó.

Luego de los pantalones, llegaron los buzos, las remeras y el infinito de oportunidades que se abrían entre hilos y retazos. Fue un día se encontró feriando en San Martín de los Andes y El Bolsón. “Me quedé sin paño, vendí hasta las perchas. Con todo ese dinero cancelé el crédito hipotecario de mi casa y el 12 de febrero entré en mi escuela de Parque Industrial para renunciar a mi cargo de titular. Imaginate el golpazo que fue. Un mes después llegó la pandemia y nos dejaron adentro. Lo encaré con miles de millones de preguntas, pero después me di cuenta que era una prueba de fuego. Y acá estoy invicta y absolutamente agradecida del impulso que tomé porque es un giro de 180 grados en mi vida”, contó la artesana.

Dinka Bizec es diseñadora, costurera y creadora de una marca con estilo propio. Foto: gentileza.

Por supuesto, permanecer en este oficio, como en cualquier otro, es necesario afianzar una marca distintiva, un sello que no se repita en ningún lado. Y Dinka lo encontró en sus propias capacidades. Cualquier modista o modisto utiliza como punto de partida la moldería. Dinka no.

La diseñadora piensa lo que quiere hacer y luego tira el lienzo sobre la mesa y corta y cose y le imprime su impronta. Es que, desde siempre, lucha contra la tiranía de los talles y contra esa maldita definición de los cuerpos hegemónicos.

“El día que tenga que usar moldería dejo de coser porque si tengo que quedar supeditada a la moldería quedo supeditada a los talles, que es algo que me incomoda de manera súper importante. El pensar que una persona me diga me das un buzo talle S me incomoda. ¿Qué es un talle S?”, reflexó Dinka.

Frente a eso, tiene una estrategia. “¿Cómo querés que te quede la ropa?  es la pregunta que siempre hago. ¿La querés suelta, la querés adherida al cuerpo, la querés larga?, es la pregunta que hago. Busco que te pruebes la prenda, que te quede cómoda y copada como vos querés y que sea esa la prenda que te lleves. No importa el tamaño ni el talle que dice que se tiene que tener”, explicó.

“Pensamos en un cuerpo hegemónico, en un cuerpo que debería vestirse de tal o cual manera o que determinados cuerpos para ser lindos deberían ser tal talle. Eso me preocupa y no lo quiero en mi trabajo”, agregó.

Y la milita todos los días. “Por mi puesto pasan mujeres que sostienen que allí no van a encontrar nada para ellas.  Me tomo el tiempo y les pido recorrer el puesto”, dijo. “Pasaste por delante y te quitaste la posibilidad de ver si hay algo en este paño para vos. Acá hay ropa para cuerpos más grandes, más delgados, con más caderas, con menos busto, más delgados. Cuando encuentran algo y se lo llevan pienso que estoy trabajando para todos los cuerpos sin la tiranía horrible de los talles. Ese es mi trabajo. Cuánta violencia han ejercido con nuestros cuerpos solo con la ropa. Imaginate desde otros lugares”, puntualizó.

“Esa es una militancia que tengo, terminar con la tiranía de los cuerpos”, insistió.

En ese sentido, Dinka aprendió e hizo propio quitarle el género a sus producciones. Y desde “el otro lado del mostrador”, encontró una respuesta inmediata. “Me pasó en San Martín de los Andes que vino un varón y me compró un vestidito y se fue con la prenda puesta como si fuera un buzo. La idea es que todos pueden encontrar algo que quieran usar. Acá no hay género. Irrumpir con eso me parece maravilloso  que suceda”, reflexionó.

Luego de los pantalones, su próximo desafío fue “resolver le viento que te pega en la cara y te impide el disfrute de andar afuera en otoño e invierno”. El buzo ya estaba, solo necesitaba una capucha. “Pero como nunca utilicé moldería no se hacer capuchas. Entonces pensé que si le cosía un cuello infinito podía servir como ambas cosas”, agregó la artesana. Hoy es el producto más buscado y vendido en su puesto de China Muerta.

Sus diseños no se repiten. Fueron inspirados de la mano de una artista plástica. Foto: gentileza.

Una vez lograda la prenda, llega la hora de colocarle ese toque personalísimo que mostrará al resto del mundo un Titita Merelito exclusivo.

La diseñadora comenzó “tímidamente” colocando cuadrados o círculos sacado de retazos que iban quedando. Hasta que un día se cruzó con Paula Pergollini, una artista plástica de Neuquén. “Esta venía seguido a China Muerta y fue conociendo todo mi proceso creativo. Ella me impulso a que me anime a bordar diferentes composiciones sobre las telas con retazos, diferentes texturas, pero no animaba a hacerlo directamente en la prenda, lo armaba en un retazo y luego lo pegada en la tela. Ella fue la que alentó a dar un salto más allá y empezar a componer directamente sobre la prenda”, recordó. Sus composiciones están inspiradas en el paisaje natural de la chacra en la que vive.


Un pantalón fue el disparador. Ella salió un día a comprar un palazo a las tiendas de su ciudad. De todas salió espantada por el precio que debía pagar por algo que no tenía ni un mínimo detalle que lo valga. Compró unos metros de tela, pidió prestada una máquina de coser, sin saber usarla, y confeccionó esa prenda que quería y tenía en su mente.

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