Es argentino, sobrevivió a un naufragio en Brasil y así lo cuenta: «De pronto, mis pies estaban en el agua»
Gustavo Mehl, oriundo de Dolores, provincia de Buenos Aires, plasmó la tragedia que atravesó el 18 de julio de 2007 en un libro que presenta en Bariloche.
«Uno sabe que se va a morir, pero cuando toca atravesar un hecho tan traumático, te volvés consciente de que puede pasar al segundo siguiente«. Gustavo Mehl, un periodista de Mar del Plata, logró sobrevivir a un naufragio en las costas de Brasil en 2007. Sus dos amigos no corrieron la misma suerte.
«Mi vida giró 180 grados. Un momento de alegría, en solo un segundo, puede convertirse en una tragedia. Eso me hizo cambiar el foco y valorar cosas que postergaba por vivir corriendo de un lado a otro», resume Mehl que, este sábado a las 11, presenta su libro «Cara a cara y seguir vivo» en la Asociación de Caza y Pesca de Bariloche donde relata el minuto a minuto de su naufragio y las largas horas en una isla de Brasil.
El suceso ocurrió el 18 de julio de 2007, «el día más frío de Argentina; de hecho, había nevado en Buenos Aires», recuerda.
Ese día, Gustavo emprendió una travesía en barco con dos amigos hacia Florianópolis. En principio, estaba previsto que cinco amigos fueran parte de esa aventura, pero dos no pudieron viajar.

El grupo partió del puerto de Mar del Plata y la primera escala fue en La Paloma, Uruguay, luego en Río Grande Do Sul y en la zona de Praia Da Ilhota.
El barco tenía 20 metros de eslora, cuatro camarotes, baño, living y cocina. «Era un crucero oceánico. Después de ese viaje, teníamos la idea de convertirlo en motovelero para cruzar a Sudáfrica para ver el Mundial de 2010. Como el tanque de combustible no daba para semejante travesía, la idea era viajar a vela, llevando 5.000 litros de combustible de reserva en caso de necesidad», expresa.
En ese viaje rumbo a Florianópolis, Gustavo timoneaba de día y Daniel, por la noche. «A unos 60 kilómetros del faro de Santa Marta, hay como una curva del continente, le pasó el timón a Daniel y me voy a dormir. Una hora después, a eso de las 20, me despierta una explosión: habíamos chocado contra una isla«, cuenta, al tiempo que agrega: «Yo quedo tirado en esa isla hasta el otro día cuando finalmente, me rescatan. Estaba consciente y lastimado, cubierto de espinas porque había caído sobre una tuna».
El momento del desastre
Poco después de sentir la explosión, Gustavo sintió sus pies en el agua. Alcanzó a preguntarle a su amigo, el timonel, qué había ocurrido y vio que estaba pidiendo auxilio aunque no llegó a dar las coordenadas. «Nos hundimos. Se desplomó la radio, se vino todo abajo. Había unas olas de 8 metros que levantaban el barco y lo tiraban contra las rocas, destrozando todo», detalla.
En ese momento, logró saltar hacia una piedra, pero una ola lo levantó, arrastrándolo hasta quedar enganchado de una soga que le terminó salvando la vida. De esta forma, logró apoyarse en otra roca evitando ser arrastrado por la correntada. «Las olas me pasaban por arriba, por el costado. Si no hubiera quedado enganchado, hubiera seguido el mismo camino que mis amigos«, advierte.
Como pudo, con su pierna lastimada, logró trepar unos 20 metros hacia arriba de la isla. Fue en ese momento cuando cayó arriba de unas tunas y quedó todo cubierto de espinas. «Había una luna nueva de modo que no se veía nada y hacía tanto frío que no quería dormirme porque sabía que estaba frito. Así llegué al otro día«, detalla.
Ya de día, intentó volver hasta el lugar donde habían naufragado y recuerda haber quedado impactado al ver las partes del barco, «como las películas«. No paraba de gritar aunque nadie lo escuchaba.
De pronto, también observó unos salvavidas. Tomó dos y empezó a agitarlos hasta que vio una embarcación a la distancia. Eran guardafaunas que hacían recorrridas por el sector. Le hicieron señas y abandonaron el lugar, pero a los pocos minutos, aparecieron lanchas con reflectores y una moto de agua que incluso, no lograba llegar hasta el lugar por las condiciones de la costa.
«Solo recuerdo que me desmayé y cuando desperté, estaba en una casa en la costa de Laguna. Me dieron un café caliente con bebidas alcohólicas y me pusieron debajo de la ducha caliente. Temblaba como una hoja. La ambulancia me llevó hasta el hospital», recuerda. Allí mismo conoció el destino de sus dos amigos que fueron encontrados a 60 kilómetros del lugar del naufragio.
«Tuve que reconocer sus cuerpos: uno de ellos murió por hipotermia, porque estaba aferrado al salvavidas, pero el frío lo mató. Daniel, en cambio, intentó saltar pero se golpeó la cabeza, se desmayó y murió ahogado», relata y admite: «De todas forma, ya imaginaba lo peor: hice cursos de supervivencia y participé de varios rescates con gente de Prefectura y cuando pasan ciertas cosas, uno ya sabe qué sucede».

¿Por qué decidió trasladar su experiencia a un libro? Gustavo recuerda que cuando lo atendió el médico, le sugirió hablar de la tragedia. Por eso, al regresar a Mar del Plata, tuvo apenas tres sesiones con un psicólogo que le dio el alta de inmediato. Pero la recomendación fue la misma: que hablara de lo que le había pasado. A partir de ese momento, Gustavo pasó horas escribiendo.
«Mis amigos me pidieron que hiciera de eso un libro, que esa experiencia podría servirle a otro. Pasaron 17 años hasta que lo edité», comenta.
"Uno sabe que se va a morir, pero cuando toca atravesar un hecho tan traumático, te volvés consciente de que puede pasar al segundo siguiente". Gustavo Mehl, un periodista de Mar del Plata, logró sobrevivir a un naufragio en las costas de Brasil en 2007. Sus dos amigos no corrieron la misma suerte.
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