Un MPN ganador, atado con alambre
Figueroa leyó bien que sus compañeros, fue evidente en la previa, lo acompañaban pero tapándose la nariz. Costó encontrar fotos suyas en el cierre de campaña.
El MPN, esa maquina de ganar elecciones, como alguna vez se lo definió, está atado con alambre. O por lo menos eso parece. Hay quienes no le creen la puesta en escena, como el exintendente de Cutral Co, Ramón Rioseco, quien declaró que en el partido provincial se pelean para la tribuna. Una suerte de monstruo de dos -o más- cabezas que agita la amenaza externa para cocinar el caldo del voto cautivo, el localista y el de supervivencia. Como fuese, en las pasadas elecciones generales volvió a ser contundente y, a diferencia de los últimos comicios, lo hizo con sello propio y sin la arquitectura barroca de multiplicar espacios, de la que se sirvió en los últimos años.
Rolando Figueroa fue el principal ganador del proceso que terminó el domingo 14. Sin embargo, eso no le alcanzará para volver a sentarse en la exclusiva mesa Azul del partido provincial. Él lo sabía desde el triunfo en las PASO, a tal punto, que abrió los paracaídas horas antes de ir a las urnas para advertir que los votos propios eran los de su lista en la interna (64.170) y no la sumatoria del partido (130.351). Y que, en cambio, cada nuevo sufragio por encima de ese piso sería un respaldo a su figura y no una resta al total.
¿Por qué hizo la advertencia? Además de lo obvio, porque leyó bien que sus compañeros -como fue evidente en la previa- lo acompañaban pero tapándose la nariz. Costó encontrar fotos suyas en las redes sociales de los Azules el día del cierre de campaña.
Figueroa lo confirmaba cada vez que repetía que su campaña fue a “pulmón” y sin apoyo o “sin pedir nada”, algo que en la práctica resultó inverosímil porque no hubo cartelería en la que no estuviera su cara junto a un desteñido logo, parecido -pero no igual- al del MPN. Esta figura abstracta del emepenismo habría contado con el aval de Jorge Sapag, algo que algunos dirigentes pusieron en duda.
También desmintió al diputado electo el movimiento del aparato. Una gran porción de eso fue traccionado por el concejal Claudio Domínguez, el funcionario de CALF, Darío Lucca, quienes cuentan con la inyección económica del líder espiritual y financista de ese espacio, el exministro de Energía, Guillermo Coco.
Más allá de las aventuras de los analistas del diario del lunes, el MPN sacó más votos de los que proyectaba -o de los que quería para Rolo-. La foto del domingo por la noche en la Junta de Gobierno lo dejó en claro: nunca hubo tanto barbijo con tanta vacuna aplicada. Imagen que, además, hizo estallar por los aires la autopublicitada equidad de género: Sapag, Figueroa, Gutiérrez y Pereyra, sellaron la postal anti-renovación y anti-paridad.
El sector Azul está a la defensiva porque los heridos del modelo creen que se terminó su tiempo y que la acumulación de poder es por dentro del MPN.
Como si quedaran dudas de la incomodidad registrada, en la semana un dirigente le confió a este periodista que Figueroa no será el candidato a gobernador de la lista Azul en la interna del MPN. Casi en paralelo el vicegobernador Marcos Koopmann, el gran ausente de la foto patriarcal, puso en marcha su campaña alistando al equipo de comunicación política, que viene de hacer pretemporada con Sapag.
La interna asegurada para el 2023 no hará otra cosa que dirimir lo que ocurría antes de las PASO -y que sigue pasando-: el sector Azul está a la defensiva porque los heridos del modelo creen que es tiempo de terminar con su época y, también, que la acumulación de poder es por dentro del MPN.
En ese cuadro el que más inversión busca resguardar es Sapag. En cambio, el actual gobernador comienza a transitar una dimensión política en la que corre liviano como la espuma del mar. Con dos años de mandato por delante, sin construcción propia y con un horizonte económico que rebalsa de optimismo petrolero, podría dedicarse a pensar qué dirá el bronce de sus gestiones y mirar desde un costado la batalla que se prepara.
Pero antes deberá revisar el vehemente discurso antigobierno nacional -centro que le adjudica a Darío Martínez con la polémica por la ley petrolera- y que tanto le ayudó a capitalizar el descontento mayoritario con la gestión de Alberto Fernández. Sin embargo, esa verborragia oportunista colisionó con el -poco feliz- “perdimos, pero ganamos”, que usó el gobierno para decir que pudo hacer pie y que, con algunos aciertos económicos, los votantes volverían a sonreírle.
Comentarios