Una escuela de 100 años y accidentada historia en Bariloche
“La 44 de Puerto Moreno” es una referencia indeleble para toda la zona oeste de la ciudad. Los recuerdos del exalumno César Franco, quien pasó por sus aulas en los 60. Antes lo hizo su madre, después lo hicieron sus cinco hijos y ahora van dos nietos.
Cuando la avenida Bustillo llega al kilómetro 10 y baja hacia el arroyo Gutiérrez, la traza describe una curva cerrada a la derecha que rodea el gran edificio blanco con techos azules de la Escuela 44. Parece que siempre hubiera estado ahí, pero no: fue estrenado en 1995. Lo que siempre estuvo ahí, por lo menos desde mucho antes que el barrio tuviera la fisonomía actual, es la propia escuela, que acaba de cumplir 100 años.
Su singular historia revela que en realidad la escuela “llegó” a Bariloche en 1928, luego de funcionar ocho años en Pilcaniyeu Viejo. La mudanza fue dispuesta por el Estado nacional, para atender la fuerte demanda en la periferia de esta ciudad, donde los chicos tenían que viajar varios kilómetros para concurrir a clases.
“La 44 de Puerto Moreno” es hoy una referencia indeleble para toda la zona oeste de la ciudad. Así lo reconoce César Franco, cuya vida está ligada por entero a la historia de la escuela. Hoy tiene 64 años y ya su mamá fue alumna en los años 40. Él cursó allí sus estudios primarios entre 1961 y 1967. Por las mismas aulas pasaron sus cinco hijos y ahora acompaña a dos nietos: Loana, que está en sexto y Uriel, que empezó primer grado en este año signado por la pandemia. Cuatro generaciones con mucho para decir.

“Mi familia estaba entre los primeros pobladores de Puerto Moreno y siempre nos sentimos muy cerca de la escuela -aseguró-. La vimos crecer y conocemos a la mayoría de las maestras que pasaron por acá. Y también a muchos alumnos, que después trajeron a sus hijos”.
Admitió que los festejos por los cien años, obligadamente, fueron todos “virtuales”. Y se ilusiona con celebrar “como corresponde” cuando se normalice la actividad escolar. Si es necesario el año próximo. Sin embargo los recuerdos y emociones estuvieron bien presentes, y César los experimentó de cerca porque los actuales alumnos le pidieron datos y algunos hasta le hicieron “reportajes” para reconstruir el rico pasado de la escuela.
Buena parte de ese rescate, que incluyó dibujos y relatos expuestos en un “acto” oficial realizado en agosto pasado y transmitido por redes, fue obra de las docentes y de la actual directora, Susana Gómez.
César Franco recordó que cuando la escuela se instaló en Puerto Moreno no tenía local propio y en forma provisoria comenzó a funcionar en la casa del ingeniero Napoleón Beveraggi, quien había sido enviado a la zona para definir la traza de una ruta internacional a Chile, “que con los años llegó solo hasta bahía López y no pasó de allí”.
La vivienda tenía cuatro ambientes, de los cuales dos funcionaron como aulas, en otro estaba la dirección y en el cuarto la cocina, porque los chicos comían todos los días en la escuela.
Los ciclos eran de septiembre a mayo, con clases en pleno verano, según indica César, quien recuerda que en su cumpleaños (que cae en abril) “casi siempre había nieve”, lo mismo que cuando les tocaba volver a la escuela, ya en la primavera.
La sede “provisoria”, como suele ocurrir, se mantuvo por décadas. En 1962 fue colocada la piedra basal del edificio escolar, pero no se construyó hasta 30 años después. En la transición, la “44” funcionó varios años en una estructura premoldeada que cedió la hidroeléctrica Portezuelo Grande.
Fuera del número identificatorio, la escuela nunca tuvo un nombre oficial, pero se la conoció familiarmente como la escuela de “La Posta” por un restorán con ese nombre que funcionó muchos años junto al puente del arroyo Gutiérrez.
Algunas de las maestras que César más recuerda son Nelly Mosquera, Nelly Williams, Mirna de Enevoldsen y Ana María Latorre.

Tan vinculado está César Franco con el devenir histórico de la escuela que el edificio definitivo fue construido entre la usina y la costa del lago, en el terreno donde vivió previamente su familia durante años. “Cuando el Estado nacional le otorgó ese predio a Educación nos fuimos a vivir a la vieja escuela, en la casa Beveraggi, hasta que pudimos construir otra casa”, rememora César.
Asegura también siente hoy “un orgullo muy grande de haber pertenecido” a la escuela que vio progresar casi de cero y que una parte grande del viejo espíritu “nunca se perdió”. Dice que entre los alumnos de la primera época había muchos hijos de albañiles, carpinteros y trabajadores rurales. Su propio abuelo era picapedrero y trabajó en las construcciones del Ejército.
Afirma que hoy “la vinculación de las familias es la misma”, porque las comunidades de Puerto Moreno y Pájaro Azul trabajaron mucho por la escuela y conservan esa identidad.
La azarosa historia de la escuela 44 tiene muchos momentos recordables, que fueron reconstruidos para la celebración de los 100 años.
El recuento apunta por ejemplo que fue creada como entidad educativa un 11 de agosto de 1920 en Pilcaniyeu Viejo, a unos 60 kilómetros de Bariloche y que las clases empezaron al mes siguiente, con 14 alumnos. El primer director fue José Vicente Hermida.
Luego de ocho años fue mudada a Bariloche. Las razones no están del todo claras pero tendrían que ver con un descenso de la matrícula de alumnos en su emplazamiento original, que había estado motivado por las obras del ferrocarril, ya concluidas en esa zona.
El lugar elegido para el nuevo emplazamiento fue el oeste de Bariloche, de pujante crecimiento en esa época. Todavía el turismo no tenía desarrollo alguno, tampoco existía el parque nacional y la economía era básicamente rural, según lo transmitido por las familias originarias.
La escuela funcionó en el cruce de la ruta a Llao Llao y el camino viejo a Catedral, en la vivienda del ingeniero Beveraggi, por el cual el Estado pagaba un alquiler simbólico de 1 peso al año.
La sede “provisoria” se mantuvo por 45 años. En 1973 la comisión vecinal y la cooperadora de la escuela consiguieron una estructura premoldeada de descarte, trasladada desde Neuquén, que albergó a la escuela por otros 20 años.
El nuevo edificio fue inaugurado, en su primera etapa, recién en abril de 1995, cuando el gobernador era Horacio Massaccesi. Dos años después se ejecutó una ampliación, que incluye el SUM, muy utilizado hoy para actividades deportivas y comunitarias. Una nueva ampliación en el año 2000 permitió agregar 3 aulas nuevas, la sala de maestros y un patio interno.
Actualmente la escuela 44 tiene 23 secciones y 449 alumnos, entre ambos turnos. También sirve de sede al CENS Nº4, que funciona en horario nocturno.
Cuando la avenida Bustillo llega al kilómetro 10 y baja hacia el arroyo Gutiérrez, la traza describe una curva cerrada a la derecha que rodea el gran edificio blanco con techos azules de la Escuela 44. Parece que siempre hubiera estado ahí, pero no: fue estrenado en 1995. Lo que siempre estuvo ahí, por lo menos desde mucho antes que el barrio tuviera la fisonomía actual, es la propia escuela, que acaba de cumplir 100 años.
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