De Neuquén a Corea en bici, un año de aventuras y una promesa cumplida

Jaime Marino y Santiago Mauri partieron de Neuquén con la certeza de que la vida no se mide en días, sino en kilómetros y experiencias. Desde pequeños, la Patagonia fue su patio de juegos, un territorio que les enseñó a domar el viento y a desafiar las pendientes. La bicicleta se convirtió en su brújula, y los caminos de asfalto y de tierra en sus mapas. Con el tiempo, la ruta los llevó más allá de la cordillera, hasta que un día, la promesa a un amigo los impulsó a lo impensado: llegar a Corea, tras un año de pedalear por el mundo.

Cuando empezaron el viaje en bici, contaron a Río Negro, que su misión era “llegar a Corea para tomar unos mates con nuestro amigo Kim y salir a bicicletear juntos por ese país tan lejano”.

A él lo conocieron en un viaje en bicicleta a Chile en diciembre de 2022, junto a sus amigos Emma y Ciro. Allí lo encontraron y compartieron pesca, comidas y una noche mágica en aguas termales. Kim, a pesar de las diferencias culturales, se sintió profundamente conectado con ellos y expresó que aquella noche fue “la mejor de su vida”. Se sorprendió con costumbres locales y se creó un lazo que impulsó la aventura de Jaime y Santiago rumbo a Asia.

Fue así que el 4 de febrero del 2024 partieron desde Buenos Aires rumbo al barco que los cruzaría a Colonia del Sacramento en Uruguay. Llegaron al puerto escoltados por bicicletas de amigos y amigas. Recorrieron la costa uruguaya hasta Brasil. Cruzaron por la frontera del Chuy, y subieron hasta Campinas donde tomaron un vuelo a Portugal.

Al llegar a Europa comenzaron a pedalear hacia el sur, llegaron a España y se fueron encontrando con argentinos y latinos viajeros, o que vivían allí y compartieron momentos. Pasaron por Francia, Bélgica, Alemania, Italia, Croacia, Bosnia, Montenegro, Albania, Macedonia, Grecia y Turquía.

“Las rutas que haríamos las establecimos de acuerdo a los vuelos que compramos con anticipación, en los que conseguimos a precios accesibles”, destacan.

A medida que avanzaban por los caminos, iban perdiendo conexión con las raíces, cada vez encontraban menos gente que supiera el Español o compartiera la cultura latina. Pedalearon por playas hermosas en pleno verano europeo. Trataban de avanzar en los momentos en los que el sol bajaba. Un día llegaron a hacer 45 grados.

Disfrutaban los lugares y los encuentros. Pedalearon seis meses hasta llegar a Asia y recorrieron seis mil kilómetros, había una fecha y un horario marcado en el itinerario que no les permitía detenerse. Había que llegar a Estambul a tiempo, para tomar el vuelo que los llevaría al encuentro con su amigo.

Llegaron bien, pero había un punto que debían solucionar. Cómo llevar la bicicleta con todas sus cosas a Asia. Hablaron con Kim y el les dijo que tenía un amigo en la aerolínea, que no se hagan problemas. Empacaron todo de manera improvisada. Cada caja pesaba más que lo que permite un aerolínea en cualquier lugar.

En el momento de embarcar, pesaron las cajas y no podían subir. Mientras conversaban con el empleado, se acercó un hombre hablando por teléfono. Un superior lo llamaba para decirle que los amigos de Kim podían pasar. Ellos no podían creerlo, en el minuto justo llegó el llamado.

“Solo le habíamos dicho a Kim, el día y el horario del vuelo, y el lo gestionó. Se ve que quien llamaba era algún superior con mucha jerarquía, no lo podíamos creer que nosotros, llegados del otro mundo, pasábamos como preferenciales”, cuentan.

Al llegar Kim los esperaba. Como tenía que cumplir con su trabajo, les había reservado un lugar para su estadía. Un gueshouse tipo hostel en el que se alojaban viajeros.

Desde Seoul se fueron con su amigo a recorrer la grandiosa Isla Jeju, y compartían con Kim su “filosofía latino callejera del cicloviaje”. Intercambiaron mates, historias, jjimjilbangs, pool, duchas con manguera, comidas picantes. En los días que estuvieron por Corea (y luego Japón), comieron ramen y más ramen, en todas sus versiones, con todos sus sabores.

Para su sorpresa, también fueron recibidos en la embajada de Argentina en Corea. Allí, organizaron un asado para agasajarlos y pasaron una velada que nunca imaginaron. Por otra parte, pudieron conocer mucho de aquella ciudad. “Kim al entender el castellano, nos contó su historia, la historia del país, fue un intercambio muy lindo, que de otra manera, no podés lograr”, relatan.

Cuando se despidieron de Kim, se fueron hacia Japón, un país en el que nada está librado a azar, todo brilla y es perfecto. “Si algo se hace de una forma en Japón, es porque alguien ya lo pensó, y comprobó que era la mejor manera de hacerlo”, describen.

Vivir unos días sin tener que pensar en la inseguridad, en los problemas, en el desorden, es algo que para un sudamericano tiene un fuerte impacto. “Cuando nos íbamos de Japón, llegamos al aeropuerto en bicicleta y nos volvimos al centro a buscar unas cajas para embalarlas. Las dejamos ahí, en la calle, sin candado, sin nada y al volver todo estaba como quedó”.

Desde allí cruzaron a Ho chi Min (Vietnam). Todo se transformó nuevamente. Volvió el ruido y el desorden. Mucha gente humilde y solidaria. En un momento estaban detenidos en la calle en un pequeño pueblo que se llama Bao Loc y un hombre se acercó a hablarles. Era un monje budista que los invitó a su templo y les ofreció hospedaje.

Cuentan que llegó en un buen momento, porque necesitaban recuperar fuerzas y arreglar las bicis. Compartieron con él, varios días y luego siguieron viaje hacia el norte de Vietnam, luego Laos y por ultimo Tailandia.

En total recorrieron 12.000 km kilómetros. La despedida fue en Qatar, cuando volaban hacia Europa. Allí cada uno tomaría un camino diferente. Jaime se fue a España, Santiago a Italia. Detener el viaje llevó unos días de adaptación. Después de un año en movimiento, la percepción de la vida, quietos en una ciudad, es muy diferente.

A ambos les queda un tiempo más por allá, pero ya tienen planes para cuando regresen a Argentina, después de la primavera. Quieren seguir andando, e iniciar un emprendimiento de viajes en bicicleta por la Patagonia y otros lugares del mundo. También ayudar a otros aventureros a emprender rutas como las que ellos hicieron, a todo pedal.

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Choricletas, mucho de bici y algunos asados

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Antes de salir bautizaron al viaje los Choricletas y crearon un grupo en Instagram @choricletas en el que compartieron la experiencia. Decían que la elección del nombre fue espontánea, los representa la idea de compartir un asado, en distintos lugares del mundo y en bicicleta.

Llevaban 40-45 km cada uno más el peso de las bicis y herramientas para casi todo. Hamacas y carpa para dormir. En este año de viaje durmieron en muchas playas, en bosques, estaciones de servicio y en casas de gente que los recibió.