Iba en bici a Catamarca, en la ruta lo esperaba la compañera de viaje más linda y le cambió todos los planes
Jorge Gómez pedaleó desde Buenos Aires a Weisburd, su pueblo natal en Santiago del Estero. Iba a seguir rumbo al noroeste, pero una cachorrita que necesitaba ayuda lo convenció de que había un plan mejor. Ahora viajan juntos y acá cuenta la historia.
Diez días atrás, Jorge Gómez pedaleaba por las calles de Weisburd, su pueblo natal en Santiago del Estero, cuando la vio en un patio de tierra. Iba y venía, tomaba agua de un charquito, movía la cola. Era una cachorrita tan linda como cariñosa, con esa mirada tierna y esas manchitas blancas entre el pelaje negro que lo enamoraron. Eso fue: amor a primera vista. Ella se acercó moviendo la cola, él la alzó y la adoptó segundos después, cuando la familia que tenía a sus hermanitos de poco más de un mes y medio de vida entre otros diez más perros más grandes aceptó su pedido. También a primera vista él notó que estaba llena de pulgas y pensó que debía llevarla rápido al veterinario para que la revisaran, desparasitaran y vacunaran. Manos a la obra.
A sus 59 años, con cuatro hijos y tres nietos, el medallista panamericano de Taekwondo y personal trainer que entrenó entre otros a Mauro Viale y su hijo Jony, había sumado una nueva integrante a la familia. No podía estar más contento, por más que le cambiara el itinerario previsto.
Pensaba ir a Catamarca, en cambio hoy temprano le encarará hacia el norte de Córdoba para empezar a bajar a Buenos Aires y darle un hogar a su nueva compañera de aventuras. Ya habrá tiempo para volver a salir a la ruta.
"¿Podría atender a la perrita por favor?"
Esperó hasta esta mañana para retomar el camino porque su instinto no le falló: la cachorrita se descompuso, no comía, casi no tomaba agua, vomitaba, tenía fiebre. Estuvo mal, pero ya se recuperó gracias a los veterinarios que la asistieron.
Como estaba débil, el primero que la atendió en Quimilí le sugirió no vacunarla hasta que estuviera más fuerte. Entonces emprendieron camino a la ciudad de La Banda, donde llegaron el viernes por la noche. El sábado la notó mal, el domingo de persianas bajas de las tres chances que le pasaron, encontró a la tarde un veterinario que le puso suero y más tarde la vacunó.
Con el correr de los días, la cachorrita mejoró su estado. «Ya está bien, me pone feliz eso», dice Jorge.
Aventuras en la ruta
Jorge suele proponerse hacer 70 km por día, aunque rara vez lo cumple: a veces hace 90 km, a veces 30. Depende del viento, de si es a favor, en contra o de costado, de si llueve, de si apreta el calor o el frío, de si lo invitan a tomar unos mates.
Ahora, en Santiago del Estero, su tierra, le pasa seguido. Y de tanto pedalear sabe que es seguro que lo tratarán mejor en un pueblito de 200 habitantes que en una ciudad de 200 mil, que aunque los puestos estén a 100 metros de la ruta, le van a gritar pará Chango, pará, dónde vas tan apurado, que lo van invitan a pasar, a comer algo, a tomar algo, le van preguntan de dónde viene, a dónde va, cómo es esa vida sobre ruedas.
Días atrás, pese a que por su dieta de deportista de por vida le escapa a las gaseosas, sintió en el cuerpo la necesidad de beber algo dulce. Paró en un kiosco de un pequeño pueblo.
-¿Qué anda buscando? -preguntó la dueña. Eligió una saborizada.
-¿Y no quiere comer nada? -quiso saber la mujer, intrigada por el visitante y su bici cargada.
-Muchas gracias señora, pero no, está bien así -le contestó.
-¿Me puedo sentar? -dijo Jorge y miró la silla bajo el alero, entre los troncos.
-Claro -respondió ella. Volvió unos minutos después con unas tortillas, unos daditos de salame, queso, mortadela: le había preparado una picadita con unos 150 gramos de cada fiambre. No le quiso cobrar nada.
-Esto no me pasaría nunca en mi barrio en Buenos Aires -dice Jorge. Esa solidaridad de su gente lo hace sentir como en casa. Y siempre para cuando le gritan de las casitas a la vera del camino, espera que le chiflen a los perros que se le vienen al humo, entra.
No va apurado, no está en la ruta para batir ningún récord de velocidad: su bici rodado 29 de 24 velocidades pesa cargada 110 kilos, él 100, el cuadro es de aluminio y no quiere romperlo. Pero, sobre todo, apurado estaba antes, cuando coleccionaba medallas de campeón argentino de Taekwondo a los 20, cuando viajaba en moto a los 30 y los 40, cuando corría de compromiso en compromiso en Buenos Aires casi hasta los 50.
Ahora quiere vivir más tranquilo, más relajado, distinguir siempre entre lo necesario y lo urgente, mantenerse alejado de ese vértigo que alguna vez lo envolvió, disfrutar del camino, de los paisajes. Y de Acay, hasta que llegue a casa, donde lo esperan, los esperan, Pachy y Lola. Para su bendita aventura de recorrer la Argentina es bici y deslumbrarse con sus paisajes solo hay una condición.
-Pedalear, hermano, pedalear -dice.
-A veces pasan días sin que me cruce con nadie para charlar. No sabés qué lindo es viajar con la compañía de Acay -agrega.
Así viaja Acay en la bici
Apenas la conoció, Jorge fijó un cajón a la bici, le puso unas mantitas como colchón, otra cruzada arriba para protegerla del sol y salieron de Weisburd rumbo a La Banda.
Acay pareció adaptarse bien, iba mirando todo curiosa hasta que se quedó dormida. El nombre se lo puso en recuerdo a la noche de 15°C bajo cero que pasó en en el otoño del 2021 en Abra del Acay, ese ícono salteño a 4895 m.s.n.m., el segundo camino más alto del mundo después de los del Himalaya.
Fue el año que unió en bicicleta La Quiaca con Ushuaia por la mítica Ruta 40. Fue el año que adoptó a otra perrita en un pueblo salteño. Lola al principio también viajó en una caja adelante en la bici, pero creció y él terminó armándole un carrito en la Casa del Ciclista en El Bolsón, un remanso solidario de la Patagonia, un santuario para los viajeros en bici. Así llegó al fin del mundo.
Ahora Lola vive con él y su mujer Pachy en un departamento a dos cuadras del Congreso de la Nación en Buenos Aires y suelen salir a pasear los tres juntos, con Lola en el carrito. Esta vez, no pudo ser de la partida: Jorge quería ir a parques nacionales donde ella no podría entrar. Ese era el plan, después de volver a su pueblo natal, pero Acay cambió todos los planes.
Pero antes, después de salir del Buenos Aires el 1 de julio, Jorge pedaleó hasta El Impenetrable chaqueño, uno de sus sueños pendientes. Salió con cinco grados bajo cero y en Santa Fe tuvo días de 30°C. Ese era uno de los parques donde Lola no tendría permitido el acceso. Él se dio el gustazo de recorrerlo sobre ruedas y de ver que incluso hay un glamping, aunque estaba fuera de su presupuesto, pero el traqueteo de los caminos rurales chaqueños le dejó la bicicleta a la miseria.
Cuando estaba por llegar Weisburd, el amigo Alvaro Tévez le preguntó cómo venía con la bici. Le contó: un ruidito en la rueda trasera medio chueca, mal de cubiertas, frenos traseros cero, mal de cadena, eje de dirección con sonidos raros y ese disco trasero de freno que parecía de cortadora de fiambre.
-Cuando llegues a La Banda la pasamos a buscar con Eric y la revisamos en el taller -le dijo Alvaro. Ahí cambiaron todas las piezas afectadas por otras nuevas, incluyendo una cubierta trasera reluciente y le grabaron su nombre y grupo sanguíneo donde él lo había escrito con un fibrón. «Le pusieron cariño y precisión, la dejaron perfecta para seguir el viaje con Acay«, dice Jorge.
Decidió no ir a Catamarca, a la que define como una de las cinco provincias más lindas de la Argentina, por los largos tramos inhóspitos sin presencia humana. Quería volver, entrar a los pueblitos que no pudo en la pandemia. Optó por dejarlo para más adelante.
«Si le pasa algo a la perrita me gustaría estar cerca de una ciudad, por eso nos vamos a Buenos Aires», explica, feliz de tantos encuentros con los ángeles que aparecen en el camino: Acay, los veterinarios, Alvaro y Eric, la mujer de la picada en el kiosco y tantos otros corazones solidarios. Siempre fiel a su elección: pedaleando tranqui se conoce gente, la mejor. «Gracias por tanto» dice ahora. Ya es tiempo de volver a la ruta.
Podés seguir las aventuras de Jorge y Acay en Memorias de bicicleta
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