Cicloviajeros: cómo Facundo y Clémence transformaron su vida en un recorrido de más de 17.000 km
Facundo Peletay es de Cipolletti y Clémence Romagon Rabineau, de Francia. Se conocieron en 2019. Dejaron un estilo de vida cómodo y sedentario para vivir de viaje. "La vida es como andar en bici, hay que moverse para mantener el equilibrio", aseguran.
En un mundo cada vez más acelerado, donde el tiempo y las rutas preestablecidas parecen dictar el ritmo de la vida, una pareja franco-argentina decidió romper con esa lógica. Ellos son Facundo Peletay, de Cipolletti, y Clémence Romagon Rabineau, de Francia. Conocidos como «Facleta» (la palabra que forman las primeras letras de sus nombres y las últimas de su medio de transporte favorito) cambiaron el trabajo estable, la casa y el auto por la incertidumbre de los caminos abiertos. Su elección: vivir el mundo en bicicleta, sin destino fijo ni plazos establecidos.
La vida de viaje en bicileta: un estilo de vida
Entre mayo del 2019 y marzo del 2020 recorrieron aproximadamente 8.000 km en Sudamérica: Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, antes de que la pandemia por el Covid-19 pusiera fin al viaje de manera abrupta. En agosto del 2020 volvieron a Francia y en abril del 2024, se subieron nuevamente a las bicicletas. Recorrieron 9.000 kilómetros por Europa, sin mapas ni calendarios, guiados por el clima, las oportunidades y su insaciable curiosidad.
Este viaje de Facundo y Clémence no es solo una aventura; es un estilo de vida. En sus alforjas llevan una filosofía que conjuga ecología, exploración cultural y compromiso social, aseguran. Van trabajando de lo que se necesite para sostener sus gastos, recogen residuos en cada tramo, documentan su travesía y, sobre todo, buscan conectar con las personas y los paisajes que encuentran en el camino. Son 100% cicloviajeros eso significa que no toman transporte público ni avión; excepto ferry si es necesario.

Su historia no es solo la de un viaje en bicicleta, sino la de una búsqueda de libertad, conexión y un modo de vida en armonía con un mundo en constante movimiento. Porque, como dicen ellos, la vida es como andar en bicicleta: hay que seguir moviéndose para mantener el equilibrio.
El proyecto no es improvisado: ambos tienen experiencia en el nomadismo. Clémence, con un pasado en historia del arte y mediación cultural, y Facundo, apasionado por la naturaleza, las bicis y los viajes, se conocieron en 2019 en Perú, en una mítica «casa de ciclistas» (un lugar de encuentro y hospedaje para cicloviajeros) en Juliaca. Desde entonces, fusionaron sus vidas y sueños sobre dos ruedas. Antes del próximo reto, Asia Central en este 2025, pasaron por la región para visitar a la familia y dialogaron con «Río Negro».
Facundo y Clémence: una historia de amor en bicicleta
«Yo soy de acá, como toda mi familia, ahora vinimos por dos meses a descansar. Cuando lleguemos a Francia vamos a trabajar un mes, agarramos las bicis y salimos de viaje», contó Facundo, «estuvimos paseando por Mendoza. Teníamos pensado ir a la cordillera pero por los incendios lo postergamos. El finde largo estuvimos en Las Grutas y San Antonio con amigos. Hacía dos años que no veníamos».
Sobre su pasado en Cipolletti recordó: «trabajaba con mi hermano en Neuquén y vivía cómodo con mis viejos en el barrio San Pablo, jugaba al fútbol y al rugby. Hacía vida normal, siempre con la ilusión de conocer Machu Pichu algún día, con la mochila. De mis amigos era el que iba en grupo a la cordillera y me quedaba una semana más solo para recorrer».

Un día decidió dejar todo y se fue de mochilero. Llevaba casi dos años de viaje y estaba en Colombia, cuando le contó a su hermano que quería seguir viajando en bicicleta. «Me gustaba mucho andar en Cipo y estaba bien equipado. Me mandó todo en un bolso que nunca llegó, así que mis papás me bancaron para comprarme una bicicleta y empecé a viajar desde ahí», recuerda.
Mientras tanto Clémence vivía en Francia, trabajaba en el museo de vinos más grande del mundo en Burdeos pero siempre quería conocer más. Había viajado sola de mochilera y en diciembre de 2018 cruzó el Atlántico hasta el Caribe y viajó cinco meses en barco hasta cruzar a Colombia también. El dato curioso es que llegó a Cartagena justo cuando Facundo vivía ahí pero nunca se cruzaron. Lo harían meses después en otro país del sur de América.
Hizo dedo hasta Medellín donde se compró una vieja bicicleta «rústica» por 20 dólares. La limpió, la decoró y hizo unas alforjas con bidones de plástico y viajó sola durante ocho meses hasta el lago Titicaca en Perú. Era diciembre de 2019, se conocieron por causalidad en una «casa de ciclista» en la ciudad de Juliaca.
Así recuerda cómo empezó todo: «llegué sola y Facu estaba solo en una casa donde generalmente hay 15 personas. Eramos los dos nomás. Nos quedamos varios días y así fue que tuvimos el tiempo y la chance de conocernos. Yo no hablaba español, sabía decir ‘hola una cerveza por favor’ y ‘dónde está el baño’. Él me ayudó mucho, tiene mucha paciencia y como ya había viajado, sabía bien cómo entenderse con gringos».

Charlaron sobre sus planes de viaje, ella iba a ir para el este y él para el oeste pero acordaron acompañarse. Viajaron juntos hasta marzo del 2020 cuando llegaron al norte de nuestro país y se declaró la pandemia. Estuvieron varados un mes en un pequeño pueblito de Catamarca hasta que el hermano de Facundo pudo ir a buscarlos en camioneta.
Después de cinco meses en Cipolletti, Cleménce volvió a Francia, consiguió un trabajo muy bueno donde le daban casa y Facu se sumó meses después. Vivieron tres años y medio trabajando en un lugar increíble pero siempre con la idea de volver a los caminos. Hasta que llegó el día de renunciar a esa vida cómoda para seguir el viaje. «Nos conocimos viajando, así que desde el principio pensamos en ahorrar para irnos equipando de a poco. La ruta nos llamaba», explica Facundo.
Vendieron todo lo que tenían: el auto, los muebles, la ropa. Ahora sólo les quedan 15 cajas con libros, fotos y recuerdos que guardaron en la casa de la familia francesa. En el camino trabajaron: cosecharon la uva en Francia, cuidaron un perro de una familia adinerada y también vendieron los cianotipos que hace Clémence con las fotos de sus viajes.
Las respectivas familias acompañan a su manera el estilo de vida nómade de la pareja. «Muchas veces no entienden por qué tomamos la decisón de viajar cuando teníamos absolutamente todo pero es lo que nos gusta, lo que preferimos. Aunque no compartan nuestra visión lo respetan», agrega Clémence.
No es necesario ser deportista para ser cicloviajero
¿Se necesita algún entrenamiento para pasar tantas horas en bicicleta y qué características debe tener esa bici para recorrer largas distancias? «Creo que no hay que tener ningún tipo de preparación física especial. La primer semana nos duele todo. En ese momento es cuando te replanteás la vida y decís por qué hicimos esto si estábamos tan bien. Pero después te das cuenta que cada dolor vale la pena. Te vas acostumbrando, el cuerpo tiene memoria, podés soportar varias horas y disfrutar», respondió Facundo.
«Más allá de la memoria del cuerpo no es necesario ser deportista», acota Clemence, «es un paso después del otro, como caminar. Si hay una subida la tomás, ponés el cambio, esa es la diferencia de tener una buena bici. Yo llegué a los 4000 metros de altura con mi primera bici que se llamaba ‘chica’ , sufrí más pero no me di cuenta hasta que tuve una bici de viaje que es más pesada pero tiene más cambios, buenos materiales, buena parrilla y está completamente preparada para llegar a cualquier parte del mundo».

Para ambos es un método muy fácil y económico de viajar. El único combustible que se necesita es el propio cuerpo. «Lo divertido es que la gente en Europa te mira y piensa que hay un motor, creen que es una bicicleta con asistencia, porque allí se encuentran muchísimas», ríe Clémence, «es muy ecnómico, tenemos la carpa y todo el equipo que nos permite ser independientes y autónomos. Por día tenemos previsto un gasto máximo de entre 25 y 30 euros para los dos. Además la gente es muy solidaria y a través de las redes sociales ofrecen alojamiento o comida».
Ir de viaje no significa no involucrarse con las comunidades que encuentran a su paso. Ambos sienten un compromiso muy profundo con el cuidado del medioambiente. En el camino han participado de acciones solidarias de limpieza en las playas y además juntan la basura que encuentran todos los días en el camino y en los rincones más remotos: plásticos, latas y colillas de cigarrillos.
La próxima etapa y el concepto de «vidaje»
Para definir este estilo de vida, Facundo y Clémence hablan de «vidaje». Es un concepto que pertenece al cicloviajero Albert Sans, también músico y realizador audiovisual, quien desde el 2011 lleva una vida nómade: diez años en bicicleta y tres en camper.
«Se trata de una filosofía de ver la vida como un viaje, no como cosas separadas, no viajamos por el mundo, viajamos sobre el mundo, no hacemos un check list de lugares para coleccionar. Para nosotros es el concepto real de la vida. El viaje no es un viaje, es nuestra vida. Es dejarse llevar y aprovecharlo bien», explicó Clémence.

«Estamos muy contentos de haber disfrutado este tiempo con la familia y los amigos frances y argentinos pero los dos sentimos que temos hormigas en los pies, es momento de volver a la ruta, extrañamos estar en la bici y oler la naturaleza», aseguró, «la mayor parte del tiempo acampamos y disfrutamos con el frío, el calor o la lluvia. Lógicamente a veces es complicado, estamos los dos estresados y podemos tener diferencias como en cualquier viaje».
Ahora en Francia el nuevo desafío los espera. En abril cruzarán gran parte de Europa hasta Polonia, luego Grecia pasando por Bosnia, Macedonia y Servia. Después seguirán viaje por Turquía, Georgia, Armenia, Azerbayán, Irán, Kazajistán y Uzbekistán. «La idea estar en ruta el mayor tiempo posible, descubriendo culturas y países. Solo ir y dejarse llevar», expresaron. ¿Hasta cuándo van a viajar? No lo saben pero esperan que ese camino sea el más largo.
Facundo y Clémence en las redes sociales: Facebook: Facleta Instagram facleta.enrouelibre
En un mundo cada vez más acelerado, donde el tiempo y las rutas preestablecidas parecen dictar el ritmo de la vida, una pareja franco-argentina decidió romper con esa lógica. Ellos son Facundo Peletay, de Cipolletti, y Clémence Romagon Rabineau, de Francia. Conocidos como "Facleta" (la palabra que forman las primeras letras de sus nombres y las últimas de su medio de transporte favorito) cambiaron el trabajo estable, la casa y el auto por la incertidumbre de los caminos abiertos. Su elección: vivir el mundo en bicicleta, sin destino fijo ni plazos establecidos.
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